De higienista a especialista: cómo encontré mi nicho en el blanqueamiento dental

En Barcelona llegué a hacer hasta 20 seguidas en un solo día, veinte minutos cada una. Menudo sprint, y justo ese día todos acuden. Llega un punto en que lo haces en automático: paciente entra, paciente sale, “te tienes que pasar el hilo”.

Por eso, cuando en Barcelona tuve la oportunidad de trabajar también como auxiliar de ortodoncia, me encantó. Ya no era solo limpiar: era colocar brackets, quitar ataches, poner retenedores, cambiar gomas, colocar alambres… ¡variedad!

Pero en Alemania la historia cambió. Se estaba volviendo el mismo toston  que al inicio…En la clínica donde estoy no hay ortodoncia convencional y de Invis. se hacen muy pocos, así que nada; solo higienes. Cuando entraba algún paciente con el retenedor suelto, yo me emocionaba como si me tocara la lotería. Menos mal, algo diferente…

Con el tiempo, esa monotonía empezó a pasarme factura. Llegó la etapa del agobio máximo. Hasta que un verano, durante unas vacaciones en Italia, decidí hacer algo diferente.
  Abrimos un pequeño paréntesis (Fui a Italia solo porque quería que alguien me dijera “ciao bello, come stai” —jajaja— al final me dijeron “bella”, pero igual: check. Cerramos el paréntesis. Me llevé una libreta y, entre cerveza y cerveza, me iba poniendo más astral y me venían las ideas, hasta que se me encendió la bombilla: ¡blanqueamiento dental!

Siempre me había interesado, pero nunca lo había tomado en serio. Así que empecé a leer, ver vídeos, practicar con mi madre, asistir a webinars, empaparme de todo lo que encontraba. Y así empecé; poco a poco fui cogiendo confianza. Recuerdo mi primer paciente: el resultado fue horrible, pero como el hombre fumaba, dos tonos más claros ya era un triunfo.

Desde entonces, no he parado de mejorar: ajustando técnicas, probando materiales, aprendiendo de cada caso… hasta que un día los doctores empezaron directamente a derivarme sus pacientes de blanqueamiento. ¡Bien! ¡Encontré lo mío!

El blanqueamiento me devolvió la chispa. Me gusta porque es visual, rápido y los pacientes lo adoran. Verlos sonreír no solo con los dientes, sino también con los ojos. Eso sí me llena.

Así que si te aburre tu trabajo, no lo tomes como un fracaso, sino como una señal. Seguro hay algo que haces bien o algo que te gusta y quieres hacer: pruébalo, y enfócate solo en eso.

Al principio saldrá horrible, ya te digo yo, pero luego mejoras. Aprendes y próximo segurísimo te saldrá mejor. Atrévete, da el paso. ¿Qué podría malir sal? Y si pasa… pues un aprendizaje más y otra anécdota para contar.

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